La lucha actual de las mujeres universitarias, la mayoría jóvenes estudiantes, pero también trabajadoras académicas, administrativas, ha dado continuidad y fuerza a la crítica a las raíces de la corrupción la desigualdad, la violencia y la entrega de la autonomía de las universidades a partidos, empresas y Estado que establecen un orden de cosas en contra de la mayoría de su población estudiantil y laboral, así como del conocimiento científico, crítico y la libre expresión.

Las huelgas universitarias en el país no han logrado romper la complicidad entre el Estado y la mayoría de las rectorías y juntas de gobierno universitarias del país, dejando sin resolver la desigualdad salarial, las condiciones precarias de maestros de asignatura o sin base, y la pérdida de derechos como los fondos de retiro, o las carencias para una labor académica digna.

No se trata sólo de transas de las direcciones sindicales “charras”, que pactan c o n t r a l a s b a s e s trabajadoras; además es el sistema de poder en las universidades que desprecia y deprecia el trabajo, el estudio y las condiciones de vida de la comunidad universitaria, mientras la burocracia goza de altos salarios, de corrupción y la venta de proyectos a empresas que se benefician de las investigaciones para ampliar sus ganancias.

Ese sistema creó universidades cargadas de desigualdad y discriminación, hasta que estallo la violencia que habpia prevalecido sólo contra la mayoría estudiantil, con los ataque porriles y las formas disciplinarias y represivas de las autoridades, y la siempre presente violencia contra las mujeres, expresada en feminicidios, ataques, acoso, violaciones y múltiples modos de desprecio.

El reclamo y hasta la ira de las estudiantes y algunas de sus maestras y compañeros que han tomado las escuelas y han manifestado en las calles, en la universidad y en sus foros las propuestas de cambio de la universidad, desenmascara a los que violentan a la universidad, la saquean y dejan impune la violencia. Critican radicalmente al poder opresor en las universidades e institutos de educación superior como un modo de dominación patriarcal-capitalista.

Por ello valga para la UNAM y demás universidades, la siguiente cita de los últimos párrafos del artículo de Zósimo Camacho en Contralínea* sobre quiénes son los verdaderos secuestradores de la vida universitaria:

Deberían darse una vuelta cuando sesione la Junta de Gobierno de la UNAM o el Patronato Universitario. Tal vez ahí encuentren algunas pistas. Casi cualquier universitario sabe quiénes integran los poderosos grupos que gobiernan y controlan la UNAM desde la década de 1960 y que, aterrados, hoy quieren descarrilar al movimiento de emancipación que encabezan las mujeres en la Universidad.

Y es que si hay una institución organizada de manera profundamente patriarcal, antidemocrática y con estructuras de rasgos decimonónicos, es la UNAM. Nada más hay que ver cómo se gobierna y elije al rector.

Los grupos más poderosos enquistados en esa casa de estudios son elites vinculadas desde siempre al poder político-económico. Y son conocidos por el gremio que les da origen: los Médicos, los Científicos, los Abogados y los Ingenieros. Ahí están representadas farmacéuticas, constructoras, despachos. Se han pasado el poder en la UNAM por décadas. Son ellos los que la tienen secuestrada.

El movimiento feminista apunta a trastocar la estructura de gobierno en la UNAM, precisamente porque sus reivindicaciones son de fondo: cómo acabar con el patriarcado y la violencia de género en la Universidad si no es mediante una reforma profunda a sus estructuras e instituciones de gobierno.

Con el supuesto “informe” que criminaliza la protesta y pretende demeritar las demandas de las mujeres, ya vemos hacia dónde se perfila la respuesta de los grupos de poder en la UNAM. Antes que realmente transformar la Universidad, están dispuestos a provocar, generar y justificar la violencia.”

 

*Los grupos que sí tienen secuestrada a la UNAM, Revista Contralínea. Zósimo Camacho