Tryno Maldonado

 

Este 26 de abril debería haberse llevado a cabo la sexagésimo séptima acción global por Ayotzinapa, la jornada de acciones dislocadas por todo el país y el mundo que desde hace cinco años y siete meses realizan las familias de los 43 estudiantes desaparecidos y quienes los acompañan en su exigencia por justicia y verdad. Ante las condiciones de confinamiento por la pandemia del Covid-19, las acciones en las calles debieron ser aplazadas. No así, las voces y las exigencias del movimiento de familiares, organizaciones y colectivos que las acompañan. Las familias de los normalistas lanzaron una convocatoria para sumarse en medios digitales a una acción global virtual por esta ocasión. Defensores de derechos humanos, comunicadores, académicos, periodistas, músicos, escritores y artistas se sumaron con contenido audiovisual, entrevistas, conferencias y durante un maratón en línea que comenzó el día 25 y culminó el día 26. Todas las actividades e intervenciones se agruparon en redes sociales con el hashtag #ElEncierroNoMeCalla.

El primer día de su mandato el presidente Andrés Manuel López Obrador hizo la promesa de solucionar el caso de la desaparición de los 43 normalistas en Iguala, pero al día de hoy –a decir de las propias familias y sus abogados– se han presentado avances mínimos, que están muy lejos de ser suficientes o significativos. Muy parecidos en los hechos a los resultados del gobierno de Enrique Peña Nieto durante los años en que, sencillamente, se dedicó a burocratizar el dolor de las familias afectadas. Cada mes que transcurre, al gobierno de la Cuarta Transformación parece quedarle más y más grande la dignidad de la lucha de las madres y padres de Ayotzinapa, así como parece estar cada vez más lejana la verdad solapada por el gobierno.

En un comunicado publicado en redes sociales por el comité de familias de Ayotzinapa, éstas afirman la necesidad urgente porque, más allá de los gobiernos en turno, en este periodo de distanciamiento social “los abajo busquemos formas creativas para continuar la organización popular. Que nada nos detenga, que nada nos calle”.

La desaparición forzada es una herramienta del Estado para perpetrar en la comunidad una pedagogía del terror. Esta incertidumbre y esta agonía no ven fin. Las familiares de los desaparecidos continúan experimentándolas cada día, al despertar, como si fuera la primera vez. No importa los años que pasen. La herida vuelve a abrirse cada nueva mañana. Y esta angustia aumenta hoy en día bajo los criterios de distanciamiento y control social, confinamiento y desmovilización higienista impuestos por la pandemia del Covid-19.

En palabras –en redes sociales– de Cristina Bautista, madre de Benjamín Ascencio Bautista, uno de los 43 estudiantes desaparecidos, ellas y ellos viven “una desesperación muy grande”. Y añade que “por lo que estamos pasando a causa del Covid-19, es el mismo dolor, el mismo sufrimiento, es una gran crisis que estamos pasando en todo el mundo. Pero queremos decirles que más me siento desesperada, más triste, porque hoy como cada mes no nos encontramos en la Ciudad de México dándole a conocer al pueblo de México que seguimos exigiendo la aparición con vida de nuestros hijos. Aquí seguimos, exigiendo los padres y las madres la aparición con vida de nuestros hijos. Ha sido muy difícil como madres y padres. Pero quedemos decirles que estén al pendiente, para poder estar en las calles de nuevo y exigir su presentación con vida. Porque vivos se los llevaron y vivos los queremos.”

La justicia y la búsqueda de las decenas de miles de desaparecidos se detiene a causa de la pandemia sin que la violencia de la guerra informal que ha causado esas desapariciones se detenga allá afuera; así como tampoco se detienen los megaproyectos como el mal llamado Tren Maya y la refinería de Dos Bocas en plena depreciación de los precios de los hidrocarburos. Por eso el pronunciamiento de las familias de Ayotzinapa deja clara su inquietud al respecto: “Nos preocupa que la contingencia decretada por la pandemia del Covid-19 sirva para la inacción de las autoridades obligadas a buscar e investigar el paradero de nuestros hijos y que la agenda mediática concentrada en el tema sanitario invisibilice a los desaparecidos y el dolor que las madres y padres vivimos cada día. Es necesario que el gobierno busque los mecanismos adecuados para que, sin romper con las reglas establecidas por la contingencia de salud, la búsqueda y la investigación no se detengan”.

Y concluyen: “Aunque los mares se sequen y la tormenta arrecie, te seguiré buscando”.