Argelia Arriaga García
I
Los pasados 14, 15 y 16 de marzo de este año se llevó a cabo en la comunidad de Tlamanca, perteneciente al municipio de Zautla en la Sierra Norte del Estado de Puebla, el Encuentro de Pueblos en Resistencia contra el Modelo Extractivo Minero. Dicho encuentro reunió a más de 500 personas de distintas comunidades de la Sierra Norte: Ixtacamaxtitlán, Zacatlán, Libres, Cuetzalan, Zacapoaxtla, Olintla, Tlatlauquitepec, Tetela de Ocampo, Zautla, Teziutlán, Huahuchinango, Libres, entre otros.
Además llegaron delegaciones de diferentes Estados del país, como Colima, Chiapas, Oaxaca, Veracruz, Jalisco, Edo de México, Guerrero, Guanajuato y representantes de los países centroamericanos de Honduras, El Salvador, Guatemala y Panamá.[i] También hubo afluencia de distintas organizaciones de la sociedad civil, estudiantes, investigadores, periodistas, colectivos y personas solidarias con el movimiento contra la minería.[ii]
Como suele pasar en este tipo de eventos, la llegada de cientos de personas para encontrarse y compartir experiencias implica una labor muy importante respecto a la organización de quienes serán los anfitriones: pensar en el programa, la dinámica de participación, la división de talleres o mesas de trabajo, el hospedaje de los participantes y asistentes, y la procuración de alimento. Esto último representa una significación importante dentro de los procesos de resistencia en comunidades indígenas, campesinas, rurales o urbanas, según sea el caso.
Ofrecer de comer a los que vienen de fuera suele ser una costumbre común sobre todo en los lugares que todavía se encuentran un tanto alejados de las grandes ciudades, en donde el ritmo de vida no permite detenerse a compartir la horas de la comida con seres queridos o por conocer, sino que se mantiene rápido y violento para responder al sistema “eficaz” y productivo al que nos hemos acostumbrado. Cuando las comunidades se ven involucradas en un movimiento que decide resistir los embates neoliberales que representarán el despojo de sus tierras, hogares, cultura y forma de vida, es decir, cuando inician resistencia contra los“proyectos de muerte”, esta vieja costumbre se maximiza y se empezará a pensar en la forma de ofrecer comida a muchas más personas que por solidaridad se acercan a dichos espacios que ahora se encuentran en pugna por la defensa de su territorio.
II
Evidentemente Zautla no fue la excepción. Llegamos a Tlamanca el día viernes 14 antes del mediodía, las actividades del Encuentro aún no empezaban, por lo que decidimos caminar por la comunidad en busca de alguien que pudiera vendernos unas nieves, pues el fuerte calor preveía la lluvia que ya en la noche refrescó al pueblo. Por casualidad llegamos a un zaguán que tenía la puerta abierta, compañeros y compañeras organizadores del evento entraban y salían. Como quien no quiere la cosa nos asomamos a ver qué había ahí, y fue así que encontramos el lugar en donde se concentraba la preparación de la comida para los 3 días que venían por delante: el patio de una casa. Eran probablemente más de 25 mujeres que se dividían en dos mesas y se mantenían cortando montañas y montañas de papas, mientras algunas otras se dedicaban a mover caldos que estaban en cazuelas de tamaños enormes, que humeaban una junto a otra, y en el piso había otras dos cazuelas igual de grandes llenas hasta el desborde de rebanadas blancas de “algo” que al momento no reconocí; ya en la comida me di cuenta de que eran hongos, montañas y montañas de hongos que hicieron de acompañamiento al mole que ofrecieron esa primera tarde.
Ya estábamos ahí y teníamos ganas de apoyar en algo aunque fuera chiquito, las compañeras, que nos miraban de reojo, platicaban y se reían sin dejar de cortar las montañas y montañas de papas nos ofrecieron un par de cuchillos para ayudar a cortar. Mientras cortábamos las papas, nuestro compañero (el único hombre ahí) hacía plática con ellas, comentaba sobre la resistencia contra las minas y lo muy orgullosas que las compañeras seguro estaban por haber podido correr a la minera china que amenazaba la comunidad hasta hace poco. Las mujeres medio se reían y medio nos hablaban, medio nos querían quitar los cuchillos porque cortábamos muy mal y medio contestaban cuando nuestro compañero lanzaba la consigna “¡Zapata Vive!”.
Probablemente estábamos fuera de lugar, probablemente las compañeras no están acostumbradas a que gente que no conocen llegue a querer ayudar a la cortadera de papas y hongos, probablemente es que pocas personas que asisten a estos grandes encuentros dimensionan la labor titánica que representa cocinar para cientos de personas y mucho menos piensan que esa actividad sea importante dentro de los procesos de resistencia.
III
La hora de la comida representa inevitablemente un momento importante de convivencia, en la resistencia o no, cuando comemos compartimos un momento íntimo con las personas que están junto a nosotros. La palabra “compañero”, en su etimología significa algo así como “con quien compartes el pan”, “comer del mismo pan” o “el que come su pan con (alguien más)”.[iii] En ese sentido, no solo la comida sino la labor de la cocina adquiere una importancia fundamental, porque compartir dicha actividad en lo cotidiano, en teoría tendría que formar esa relación entre compañeros que pueden confiar el uno en el otro cuando los múltiples procesos sociales, a mayor o menor escala que eventualmente podrían presentárseles, lleguen.
Además habrá que puntualizar que debería ser una actividad en la que tanto hombres como mujeres se involucren, siendo congruentes con las viejas consignas de igualdad y equidad del discurso revolucionario de izquierda. Y no se trata de que las mujeres se emancipen de los hombres ni de las actividades que siempre se les han dejado, se trata de que hombres y mujeres nos emancipemos de una estructura social, religiosa y de poder; se trata de que los hombres se involucren también en dichas actividades y reconozcan su importancia, que nos ayuden a reivindicarlas. Así como una mujer ya puede involucrarse en la política y no ser mal vista, así un hombre puede involucrarse en las labores del hogar, se trata de hacer las cosas sin distinción ni prejuicio. Se dice que en la lucha las mujeres están al frente, pero en la cocina también; que en la lucha los hombres están poniendo el cuerpo, pero que no se asomen a la cocina porque ahí las compañeras lo tienen todo controlado, pues NO.
Es fácil normalizar que en los encuentros sea un contingente de mujeres de distintas edades las que cocinen, sobre todo porque ellas sí guardan cierta experiencia mística en relación a la preparación de los alimentos, que hace que no importe si es para una o 200 personas, el sazón sea el mismo; pero necesariamente habría que reflexionar también que un poco de ayuda de todos y todas en lo que mejor podamos hacer no vendría mal. Es común que en las comunidades le releguen este papel a las mujeres y pensar que dentro y fuera de la resistencia su lugar es la cocina, pues NO.
Por otro lado, también tenemos que reconocer la cocina como un espacio de apropiación para las compañeras, un espacio que dará más apertura a su participación fuera de ella, que dejará de ser una cárcel y pasará ser el punto de expansión en los distintos momentos de estos procesos. Cuando las compañeras dejan de ver a la actividad de cocinar como lo único que pueden hacer y empiezan a verlo como parte medular del proceso y como una aportación de las muchas que harán a los movimientos, entonces su rol empieza a cambiar. Dejar de ver la cocina como un punto aparte y empezarla a ver como la posibilidad de socializar a partir de la comida, que todos y todas nos involucremos en ella y la fomentemos, tiene la potencia de fortalecer al proceso en múltiples sentidos, desde reconocer al compañero con el que pelamos las papas hasta precisar la forma en que se organiza y se define un movimiento.
IV
En ese sentido, me gustaría hacer mención de las compañeras del Centro de Estudios para el Desarrollo Rural (CESDER), que hizo de hospedaje y comedor en este Encuentro Nacional de Pueblos en Resistencia contra el Modelo Extractivo Minero, y cuyas responsables de la cocina al igual que las compañeras en Tlamanca, hicieron notar su dedicación en la preparación de los alimentos, su amabilidad y además la consciencia de que esa no era una aportación pequeña al evento, sino que era la generación de un espacio de encuentro entre los que ahí iban a comer, las compañeras hicieron gestión de la actividad colectiva de compartir el pan, hicieron que viejos compañeros y amigos se reencontraran, que otros se conocieran y se reconocieran en esos momentos de echarle algo a la panza, en la actividad íntima de saciar el hambre.
La cocina también puede ser resultado y columna vertebral de una organización autogestiva entre compañeros para mantener líneas de resistencia y acción en espacios determinados, como es el caso del comedor autónomo “Viernes 13” en la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH). Después del violento desalojo del campamento que mantenía laCoordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) en el Zócalo capitalino el viernes 13 de septiembre de 2013, estudiantes de la ENAH salieron a manifestarse con un contingente numeroso en favor de los maestros realizando un bloqueo en periférico sur junto a su recinto educativo. Un helicóptero de la Secretaría de la Seguridad Pública (SSP) del DF les lanzó gases lacrimógenos para intentar dispersar su manifestación.[iv]
A partir de ese momento se mantuvo un llamado constante a la organización en dicha universidad para plantear acciones en solidaridad con el magisterio y a su vez para empezar a incidir en su propio espacio educativo, con la finalidad de que la comunidad estudiantil pueda crecer una postura crítica, de solidaridad y acción respecto a los distintos procesos sociales dentro y fuera de la escuela, además de incentivar la participación de los propios compañeros de la ENAH por medio de acciones y propuestas colectivas.
Es así como se tomó la decisión de formar un comedor autónomo, cuyo nombre es referencia al día del desalojo magisterial, así como a su manifestación y posterior represión por parte de la SSP del DF: “Viernes 13”. Un esfuerzo que a la fecha se mantiene, en el que participan tanto compañeros como compañeras de la ENAH y que tiene el ánimo de ser un espacio de encuentro, reflexión crítica, solidaridad, acción, resistencia y organización estudiantil en el que la labor de cocinar es parte primordial para pensar estos procesos, para comentar dudas y experiencias, para convivir y conocerse, para desarrollar proyectos y actividades.
Cabe mencionar que recientemente un compañero de la ENAH fue golpeado, detenido y llevado al reclusorio por llevarse sin pagar una cerveza del servicio oxxo que se encuentra a un lado de la universidad, su detención representó un ejercicio de movilización y coordinación importante por parte de quienes integran el comedor para solventar los gastos de su proceso, lleno de irregularidades y contradicciones por parte del sistema de justicia del DF, cuya lógica permite golpear y encerrar directamente en el reclusorio a un joven por robarle un solo producto a una gran cadena de servicios, pero no investiga ni cuestiona la forma en que se lucra con el presupuesto público, por ejemplo.
Habrá que puntualizar que los integrantes del comedor autónomo “Viernes 13” reivindican la expropiación al capital, por lo que la defensa de su compañero es legítima y justa. Desde el comedor han gestionado distintas actividades en solidaridad y apoyo económico para sobrellevar dicho proceso; además, dentro de las diferentes actividades que organizan también reivindican a los presos políticos como presos de consciencia, por lo que están en constante solidaridad con los compañeros detenidos durante las distintas manifestaciones que se han dado desde diciembre de 2012 hasta el día de hoy en el país.
Así, reivindicando la actividad más cotidiana y convirtiéndola en parte primera de una causa de mayor alcance es como van caminando los compañeros de la ENAH con su comedor autónomo.
V
La cocina sí importa, sí es una parte fundamental en los procesos de resistencia. Es una actividad en la que organizadores, asistentes y compañeros de las comunidades podemos y debemos involucrarnos, si queremos ser congruentes con el discurso revolucionario que nos gusta defender a capa y espada, en el que unos son los opresores y otros los oprimidos; estaremos cayendo en una contradicción muy grande si dentro de las izquierdas seguimos reproduciendo esquemas verticales y de poder, eso incluye delegar la cocina solo a las compañeras mujeres y no proponer de manera incluyente y horizontal dicha actividad.
Hay que precisar que en los espacios rurales, en los que los usos y costumbres de las comunidades suelen ser determinantes con el rol que ejercen hombres y mujeres en las actividades cotidianas, suele ser mal visto que un hombre participe en las labores del hogar. Pero el embate de una situación emergente como lo es la amenaza de despojo territorial, que trastoca la forma de vida y de entenderla en las comunidades, se vuelve muchas veces también una posibilidad de sensibilidad para los compañeros, pues en esas circunstancias hombres y mujeres pasan a ser iguales, sin distinción alguna, porque todos se ven afectados y según sea el caso, todos deciden defender la tierra hasta con su vida. Es cierto que quienes suelen ser las primeras en ponerse en frente cuando una amenaza de esta índole se hace presente son las mujeres, pues son ellas quienes entienden primero lo sagrado de los recursos naturales y el vínculo estrecho entre la tierra, el agua y la vida de las personas, al ser gestoras y medidoras extraordinarias de los medios para sobrevivir, que a veces el hombre procura, pero que no transforma, pues no conoce la realidad inmediata de su repartición; en ese sentido es que se hace apertura de la posibilidad de que los hombres se acerquen a las labores de la mujer, que puedan visibilizar su importancia.
El reconocimiento de esta fortaleza en las compañeras se vuelve una potencia para que poco a poco los compañeros vayan viendo que compartir esas labores también es parte de la lucha que decidieron asumir. Dentro del giro drástico que da la vida con la amenaza de los “proyectos de muerte”, algo rescatable es esta posibilidad de ver con comprensión la labor de cada quien en el orden familiar o comunitario, respetarla, potencializarla e involucrarse en ella. Casi siempre las comunidades en resistencia dan cuenta de que las mentiras y menosprecio del gobierno han logrado en ellos un estado de sumisión, del que eventualmente se cansan y deciden levantar la voz en defensa de su territorio. Nace un discurso de esperanza y reivindicación de los orígenes indígenas o del campo de cada persona involucrada; así, reconocer que hay un sistema de mentiras también es reconocer que los hombres y mujeres fueron enseñados en un sistema de dominación en el que aceptar roles de identidad y trabajo determinados era necesario, pero que en la resistencia se trastoca y se clarifica que no, que no es necesario asumir esos papeles y que se puede hacer un intercambio de ellos en cualquier momento.
VI
Mientras todos atendíamos a las actividades del Encuentro en Tlamanca, cuya agenda pueden encontrar en distintas crónicas[v] y memoria gráfica/audiovisual[vi] en distintos espacios de la red, así como la declaratoria final del evento[vii], un montón de mujeres cortaban montañas y montañas de papas y hongos. A la hora de la comida todos nos encontrábamos en los comedores instalados por la organización, para platicar, intercambiar puntos de vista, conocernos, gozar y reír con esa alegre rebeldía que caracteriza también estos espacios de encuentro dentro de la resistencia social/indígena/urbana/campesina etc.
Mole negro con hongos y papas, arroz, picadillo, pasta, frijoles, tamales, agua de frutas y atole fueron parte del menú de aquellos días. Esas comidas que por lo que representan, por los momentos y personas con quienes las compartes, por el esfuerzo que implican y porque son en gran parte las que sostienen la defensa de los territorios, tienen un sabor especial porque están llenas de dignidad, porque mantienen los sueños de quienes alientan lograr el objetivo de mantener sus recursos naturales intactos, así como sus tierras, su forma de vida y su cultura; además contienen las nuevas experiencias de socialización de las y los compañeros de las comunidades, que generan otro discurso de convivencia y colectividad. Por eso aunque sea arroz y sean frijoles, su sabor es de rebeldía, de dignidad inquebrantable y esperanza, mucha esperanza.
Con el modelo extractivo minero que atenta contra gran parte de la Sierra Norte de Puebla y cuyas concesiones afectan directa e indirectamente a muchísimas comunidades de la zona, el falso discurso del progreso pone en riesgo muchas cosas que ya hemos mencionado, pero además atenta contra la diversidad gastronómica de las distintas comunidades indígenas y campesinas que ahí viven, porque entrar en la lógica del progreso y el desarrollo es entrar en la lógica de la rapidez y la superficialidad. Así les estarán quitando a las comunidades la posibilidad de conocer compañeros y entablar relaciones cercanas a la hora de la comida, como ya sucede en la ciudad y sus tiempos que siempre llevan prisa, que ya no permiten ver al otro que se sienta frente a nosotros cuando comemos.
Atentar contra la comida es atentar contra una forma centenaria de relacionarse que tienen las comunidades, es hacer escisión entre unos y otros, es no permitirse mirar al otro, reconocerse y encontrarse en él, es acabar con los pueblos, es entrar en la lógica capitalista.
Epílogo
El día domingo 16 de marzo, último día de actividades del Encuentro Nacional de Pueblos en Resistencia contra el modelo Extractivo Minero, la persona al micrófono se encargó de hacer un pequeño recuento del evento y de agradecer a cada uno de los involucrados en la organización, personas individuales, colectivos y organizaciones, también llamó a las compañeras que participaron en la cocina. Un tímido pero nutrido grupo de compañeras se fue acercando lentamente hasta quedar todas sobre la tarima, todos les agradecimos con aplausos y gritos su labor, que queramos verlo con seriedad o no, es una de las actividades que sostiene eventos como este y muchos procesos de resistencia.
Algunos agradecimos con la consigna “¡Cuándo una mujer avanza, no hay hombre que retroceda!”, porque eso es para nosotros, la mujer que decide involucrarse es una mujer que a su lado deberá tener a un hombre que ya no irá para atrás en la lucha, en la consciencia y en el reconocimiento de que su compañera es su igual.
Las compañeras, todas juntas y levantando su puño izquierdo cerraron el evento con la consigna“¡El pueblo unido jamás será vencido!”, a la que todos seguimos con entusiasmo y alegría. Sí, el pueblo unido jamás será vencido, pero vamos entonces a darle la importancia que merece a la labor de cocinar y a involucrarnos un poco en ello para que así estemos todos juntos de forma horizontal, compartiendo y creciendo en la resistencia, en la revolución.
[Dany ReMiauu - @koxlip]
Cocina del comedor autónomo “Viernes 13″ en la Escuela Nacional de Antropología e Historia
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[i]Minería: cuando los indígenas negocian al tú por tú. http://www.proceso.com.mx/?p=367836
[ii] Una nueva izquierda desde la resistencia de los pueblos. http://mundonuestro.e-consulta.com/index.php/cronica/item/una-nueva-izquierda-desde-la-resistencia-de-los-pueblos
[iii] Diccionario etimológico de Chile. http://etimologias.dechile.net/?compan.ero
[iv] Operativo federal libera el Zócalo para Grito de EPN; desalojo fue “apegado a los derechos humanos”: Segob. http://www.sinembargo.mx/14-09-2013/753597
[v] Proponen indígenas y campesinos decretar todo el país territorio libre de minería. http://www.lajornadadeoriente.com.mx/2014/03/16/proponen-indigenas-y-campesinos-decretar-todo-el-pais-territorio-libre-de-mineria/
[vi] Programa Hijos de la Tierra, cobertura al Encuentro de Pueblos en Resistencia contra el Modelo Extractivo Minero. http://hijosmadretierra.blogspot.mx/2014/03/programa-hijos-de-la-tierra-142.html
[vii] Declaratoria final del Encuentro de Pueblos en Resistencia contra el Modelo Extractivo. http://www.movimientom4.org/2014/03/declaratoria-final-del-encuentro-de-pueblos-en-resistencia-contra-el-modelo-extractivo/