Raúl Zibechi/ Desinformémonos.

27 noviembre 2019. Desde Santiago La céntrica Plaza de la Dignidad, nombre con el que la revuelta chilena ha rebautizado la Plaza Italia, parece zona de guerra. Los comercios están cerrados en varias cuadras a la redonda, engalanados con pintadas multicolores que denuncian la represión, incitan la revuelta y enfrentan las más diversas opresiones.
Los y las jóvenes no la quieren abandonar, aunque vayan quedando menos, porque sostienen que el día que la protesta abandone la calle, estará todo perdido. Una lógica implacable, pero difícil de sostener después de 40 días de protesta. Las mayoría de las cientos de miles de pintadas que se encuentran en cada muro en todo Chile, denuncian la violencia de Carabineros. “Nos violan y nos matan”. “No más abuso”. “Pacos asesinos”. “Paco culiao” y así indefinidamente. Sobre una lágrima de sangre, se puede leer: “Vivir en Chile cuesta un ojo de la cara”. Serían necesarias miles de páginas para registrar todas. El diario La Tercera asegura que hay 450 mil metros cuadrados de muros pintados que, dice uno de los portavoces de la derecha, “ensucian Santiago”. Como suele suceder, la derecha concede mayor importancia a las pérdidas materiales que a los 230 ojos cegados por balines y las casi tres decenas de asesinados, lo que devela una concepción del mundo que no hace lugar a los seres humanos, reconvertidos por el neo- colonialismo en bestias de carga como en los peores tiempos de la Colonia. Abundan también los muros feministas, donde se ataca frontalmente la violencia machista y el patriarcado. Pintadas en tonos violetas y lilas que se entremezclan con las jaculatorias contra la represión. “La culpa no era mía, ni donde estaba, ni cómo vestía. El violador eres tú”, acusan los muros.
Me impacta el cartel que colocó una comunidad de vecinos sobre la avenida Grecia: “Volvimos a ser pueblo”. Tan sencillo como profundo, ya que denuncia el neoliberalismo chileno que convirtió a las gentes en consumidoras. Todo un programa político y una ética de vida en cuatro palabras.
Las estatuas son un tema aparte. Se dice que son más de 30 las figuras de militares y conquistadores que fueron grafiteadas, desde Arica en la frontera con Perú hasta el sur mapuche. En la plaza de la Dignidad, la figura ecuestre del general Baquedano Diciembre 2019 ha sido pintada y tapada parcialmente. La historiografía de arriba lo considera “héroe” de guerra del Pacífico contra Perú y Bolivia, en la cual la segunda perdió su salida al mar.
En Arica destruyeron una escultura en piedra de Colón, que llevaba más de n siglo en el lugar. En La Serena, rodó la estatua del colonizador y militar Francisco de Aguirre y en su lugar colocaron la escultura de una mujer diaguita. En Temuco removieron el busto de Pedro de Valdivia y la cabeza fue colgada en la mano del guerrero mapuche Caupolicán.
Pedro de Valdivia está en el ojo de los manifestantes. El militar que acompañó a Pizarro en la guerra de conquista y exterminio, fundó algunas de las principales ciudades de Chile, desde Santiago y La Serena hasta Concepción y Valdivia. Es una de las figuras más odiadas por la población.
Su estatua estuvo a punto de ser derribada en la céntrica plaza de Armas. Pero el hecho más simbólico sucedió en Concepción, 500 kilómetros al sur de Santiago. Cientos de jóvenes se concentraron en la plaza de la Independencia, donde derribaron la estatua de Valdivia el mismo día que se conmemoraba el primer aniversario del asesinato del comunero mapuche Camilo Catrillanca.
Fue asesinado el 14 de noviembre de 2018 por un comando de Carabineros, especializado en la represión al pueblo mapuche. El crimen suscitó una amplia reacción popular en 30 ciudades del país. En algunos barrios de Santiago hubo cortes de calles y caceroleos durante más de 15 días. La dignidad mapuche explica que la bandera más ondeada en el estallido sea la mapuche y que las cabezas de los genocidas rueden por los suelos ante la algarabía popular.

 

Mª Ángeles Fernández / https://www. pikaramagazine.com

 

27/11/2019. La comunicadora y defensora Marixela Ramos tuvo un papel clave en la lucha contra la expulsión de la minería metálica en El Salvador, a través de Radio Victoria.

Compartimos el dolor de defender los derechos humanos”. Marixela es comunicadora y defensora. Integrante de la comunitaria Radio Victoria de El Salvador, elemento central en la victoriosa lucha para lograr una ley contra la minería metálica en el país, es además vicepresidenta de la Asociación de Radiodifusión Participativa de El Salvador (ARPAS). https://www.facebook.com/arpassv/

Los doce años de lucha han quedado en el cuerpo y hay dolor y duelos”, recuerda la resistencia ante las mineras. “La lucha contra Pacific Rim nos tuvo en zozobra doce años. La comunidad de Santa Marta protestó y nos cuidó a las comunicadoras. Yo cubro la noticia, pero también soy parte de la comunidad”. Marixela no duda: “la comunicación es el centro de la defensa de los otros derechos humanos”.

 

¿Las radios comunitarias en la defensa de los territorios y contra los grandes capitales?

Que un pueblo en resistencia cuente con un medio de comunicación como aliado y como cómplice recupera una herramienta que hace mucho tiempo que le fue arrebatada: la comunicación comunitaria para los pueblos, pues la comunicación también se privatizó y está en manos de unos pocos. En la lucha de El Salvador, el papel que han jugado las radios comunitarias, como Radio Victoria, ha sido fundamental. Defendemos la comunicación como un derecho humano. Sin comunicación se pueden hacer muchas cosas, pero no se saben hacia fuera. En la lucha contra la minería en El Salvador, la radio llegaba a un público que no tenía acceso a talleres ni a formación. La radio juega el papel de devolver esa voz que se le arrebata a la comunidad. No es que los pueblos no tengan voz, es que se les ha arrebatado.

 

Tu labor hizo que recibieras amenazas.

Hacer una comunicación con libertad siempre va a tener amenazas. Los medios muchas veces nos quedamos al centro porque queremos ser imparciales, así se nos enseña a comunicar. Pero creemos en una comunicación que cuando se pone del lado de la gente reprimida y perseguida. Creemos que los medios no podemos decir ‘no estamos de acuerdo con’ porque dejamos de ser profesionales. Nosostros Hicimos periodismo comunitario desde el activismo, desde la comunicación.

 

¿Son las comunicadoras defensoras?

Me reconozco como defensora comunitaria y como comunicadora comunitaria. Hacer comunicación desde la academia es una forma de excluirnos de la comunicación. Todas y todos somos comunicadores, la comunicación no es una cuestión de periodistas o de licenciados en comunicación, es de todos y todas, podemos ser portavoces, altavoces de lo que piden las comunidades, así nos convertimos en defensores de la comunicación como un derecho humano y centro de defensa de los otros derechos humanos.

 

¿Comunicación sin comunidad, es comunicación?

Si vos no estás comunicando lo que la gente hace y rompes ese vínculo, tienes una comunicación fría, un poco deshumanizada. Hay que comunicar desde el sentir, es necesario descolonizar la comunicación. Nos han hecho creer que tenemos que comunicar de una manera neutral, sin sentimientos; estar vinculados a la comunidad nos hace llorar lo que llora la comunidad, y transmitirlo del modo en que habla la comunidad y no hacerlo desde una visión vertical de que yo soy el que manejo la comunicación y la comunidad está en un segundo plano. La comunidad está en primer plano y los comunicadores solo somos portavoces.

Una característica de las radios comunitarias en El Salvador es que nacieron de la lucha. La inspiración de las radios comunitarias radica en la historia de la Radio Venceremos que, en los 80 y desde la clandestinidad, mantuvo informada a la población civil perseguida. Las radios comunitarias en El Salvador vienen de una comunidad histórica que ha estado en el exilio. Hasta el 2016 no se reconocían los medios comunitarios; y con la lucha de las comunidades al defender la comunicación como un derecho, se reformaron 30 artículos de la ley de telecomunicaciones. Se reconocieron los medios comunitarios que existían y se cambió el mecanismo de acceso a las frecuencias, porque la única forma era a través de la subasta y de que quien daba más plata podía acceder. ¿Cómo una organización comunitaria o una organización de mujeres van a acceder si no hay plata? Se mercantilizaba la comunicación. Está tan privatizado el espectro radioeléctrico, que las 22 radios que integran la Asociación de Radiodifusión Participativa de El Salvador compartimos una sola frecuencia. Es una dificultad, pues los temas locales no tienen tanta incidencia en el ámbito nacional: cada radio tiene limitación; por ejemplo, Radio Victoria solo suena en el departamento de Cabañas, y así estamos fragmentadas.

La coordinadora nacional genera espacios nacionales y compartimos agendas, sin ser una programación. Falta mucho más. Que quien tenga frecuencias no las alquile para vivir de eso, porque la comunicación y las ondas hertzianas del espectro deben ser un bien de la humanidad.” (Extracto)

 

Durante todo el año de 2019, una cadena de manifestaciones se han registrado, teniendo en común con las de otros países latinoamericanos, el rechazo tajante a las medidas económicas ordenadas por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el imperialismo estadounidense. Pero en Haití los cauces se desbordan porque a diferencia de otros países, este no ha tenido en décadas un periodo intermedio de estabilidad, aunque en muchos países (como Chile) ese periodo de estabilidad resultó ser más farsa que verdad.

La pobreza extrema, la desigualdad, la violencia estructural, la sobre-explotación y el racismo definen la realidad de la nación caribeña, que además, carga sobre su espalda, una permanente campaña de ocultamiento por los grandes medios de comunicación. Haití es la evocación de la necesidad de construir otro mundo.
Ya son siete semanas de protestas por la escasez de combustible y el aumento de su precio, la falta de comida, medicamentos, gas, agua potable y por la devaluación de la moneda, esto agudiza la crisis económica en el país más pobre de Latinoamérica, donde la mayoría de la población sobrevive con dos dólares al día.
El pueblo ha tomado las calles para enfrentar al neoliberalismo, trabajadores y trabajadoras resisten la represión brutal que deja muchos asesinados y encarcelados. Mantienen la fuerza varios sindicatos, el movimiento feminista y diversos partidos políticos que se agregan, la organización de base permite la solidaridad entre los desposeídos, el magisterio y los estudiantes se sumaron al paro general, el pueblo se agrupa en el Foro Patriótico que propone la renuncia del presidente y “un gobierno de transición por un período de tres años para atajar los problemas de hambre, miseria y desempleo que afecta a más del 80% de la población, y la reforma de las instituciones estatales según las necesidades de la población”.
El presidente haitiano, Jovenal Moïse, ha declarado que “no se encuentra aferrado al poder si no a las reformas que pretende implementar”, pero sus reformas son modificaciones constitucionales, modificaciones a la ley aduanera y del sector energético, todo, para seguir beneficiando a las saqueadores y explotadores. Moïse, es acusado de corrupción y se ha exigido su renuncia.
Haití muestra la soberbia y la venganza: la primera colonia liberada de América es hoy el país más lastimado por todas las viejas potencias nostálgicas de su hegemonía. Haití vive una ocupación desde principios del siglo XXI, con el pretexto del envío de “ayuda humanitaria”, una coalición de naciones la tienen asediada, el aval de la ONU a esta condición es otra de sus muchas incongruencias. El pasado 17 de octubre la ONU anunció la continuación de su política intervencionista con el programa BITUH, que sigue al MINUJUSTH que precedió a los Cascos Azules, quienes cometieron múltiples vejaciones contra el pueblo haitiano.
Por ello, los manifestantes se dirigieron al cuartel general de la ONU en Puerto Príncipe, ahí expresaron su repudio al apoyo del Grupo Central al gobierno de Jovenal Moïse. Este grupo lo conforman un representante especial de la Secretaría General de la ONU, los embajadores de Alemania, Brasil, Canadá, Francia, EEUU y los representantes de España, la OEA y la UE. Estos países y organizaciones guardan silencio sobre la real situación en Haití, todos son cómplices de la opresión de larga duración que ha padecido, todos se benefician y extraen grandes riquezas, el neocolonialismo es tan real como la bota imperialista en el mundo. Ya es tiempo de dar luz a la verdad en Haití y extremar las manifestaciones de apoyo, la liberación haitiana es también la emancipación de los pueblos latinoamericanos. La resistencia contra el neoliberalismo ha de conducir a los pueblos a la crítica de todo el sistema capitalista y a la formulación de un proyecto emancipador global, el socialismo tiene que levantar la mano para dar cauce a las demandas sociales, reformularse para concretar el anhelo de un mundo realmente justo, libre y humano.

Cristóbal León Campos (Extracto)

28 de octubre 2019
La ATM ha venido trabajando en promover distintas formas de movilización territorial tanto de apoyo al movimiento social chileno, como de nuestras históricas demandas como pueblo. En ese contexto comunicamos:


1. La actual crisis social y política que vive Chile, no es más que el resultado de la inexistencia de un Pacto Social real que represente a todos y todas, ni entre chilenos y menos con las primeras naciones que aquí hemos vivido desde siempre. Es el resultado del poder económico-militar y político impuesto a sangre y fuego. Imposición que se ha tornado grotesca con la Constitución pinochetista que sigue vigente.
2. Como mapuche, conocemos de muy cerca los montajes, la represión y criminalización de la protesta. Por tanto vaya toda nuestra solidaridad hacia el pueblo chileno violentado en las calles, poblaciones y casas. Se han evidenciado los montajes en saqueos e incendios, con personal policial civil incitando el crimen y promoviendo la violencia para intentar deslegitimar la protesta.
3. Como ATM hemos venido participando activamente en las manifestaciones de base en diferentes territorios del Wallmapu. También - junto a otros referentes mapuche- en la promoción de una gran movilización por las calles de Temuco para este martes desde las 10 de la mañana. Una masiva Marcha Mapuche de apoyo al pueblo chileno.
4. Concluimos que es posible la articulación de demandas y proyectos comunes entre mapuches y el movimiento social chileno. El drama del saqueo del agua y de los territorios, las inequidades y la exclusión, la expansión de la plaga forestal, entre otros, no sólo nos afecta a los mapuche.
Con ello, llamamos a la sociedad chilena a empatizar con mayor fuerza nuestras demandas por autonomía y autodeterminación, devolución de nuestros territorios y la libertad de nuestros prisioneros políticos.

Mijael Carbone Queipul/ Vocero Alianza Territorial Mapuche ATM.

 

 

El desenlace fue un triunfo del movimiento indígena, empezando porque sentaron al Presidente de la República en una mesa común para establecer un diálogo público. No solo se derogó el Decreto 883, el detonante de las protestas, sino que se entró a discutir alternativas para salir de la crisis económica sin golpear más a los sectores populares.

La marcha de miles de mujeres encabezada por Blanca Chancoso, un referente histórico de los pueblos y nacionalidades indígenas, que invadió el centro financiero de la capital para visibilizar lo que los medios empresariales querían minimizar, evidencia las diversas solidaridades y desmonta el imaginario de marginalidad que las élites quieren implantarle al movimiento indígena. Se vuelve a colocar sobre el tapete la agenda pendiente de la plurinacionalidad.

La solidaridad de los quiteños con los indígenas movilizados desbordó las expectativas. En varias universidades se alojó, protegió y alimentó a miles de mujeres, niños y hombres que durante doce días resistieron a la represión en las calles. Fueron jóvenes estudiantes con un compromiso no solo humanitario, sino político: el reconocimiento de los derechos colectivos de un sector social que no vino a invadirnos, como perversamente lo describían los reaccionarios y racistas de la ciudad, sino a presentarnos una realidad diferente que es parte sustancial de este país.

Si durante doce años el gobierno de Alianza País intentó reducir el sujeto colectivo a la individualidad ciudadana, el paro nacional liderado por los indígenas nos restaura el valor de la comunidad: el parque del Arbolito con sus cocinas comunitarias, las universidades convertidas en zonas de paz y acogida, el sostén de las mujeres y el cuidado compartido.

Los días de movilización dejan enseñanza: aquellos jóvenes urbanos que durante una década vivieron adormecidos por el consumismo, experimentaron en carne propia las lógicas de dominación del sistema: represión, brutalidad policial, irrespeto a la diferencia. Descubrieron que más allá de los muros de las urbes hay un mundo que desafía la ofensiva depredadora del capitalismo, que cuida el agua, la naturaleza y la biodiversidad, que se opone a la ofensiva minera y petrolera.
La visión paternalista de las clases medias urbanas cambiará. No se trata de caridad, sino de justicia. La deuda de más de 500 años no puede soslayarse con una respuesta administrativa y asistencial desde el Estado. Las demandas de los pueblos y nacionalidades indígenas cuestionan un modelo de Estado que los excluye; no quieren programas y obras, sino una reestructuración de las formas de poder. El movimiento indígena se fortalece, no solo por su cohesión y capacidad organizativa sino por lograr gran solidaridad en otros sectores del país. El lunes 14 de octubre, finalizado el paro, pobladores del sur de Quito, una zona pobre de la ciudad, despidieron a los indígenas con aplausos. A días del paro los impactos son evidentes: el precio del transporte volvió a sus cifras anteriores, al igual que el precio de los alimentos básicos. Las diferencias medidas en centavos son cruciales para la economía familiar campesina y popular urbana.
***  Desde las calles de Quito  En el parque del Arbolito había unos diez médicos y entre 40 y 50 estudiantes voluntarios brindando atención a los heridos. Había brigadas en las universidades Católica, Salesiana y Central. La Universidad Central abrió las puertas quizá más por la presión social, luego de que las otras universidades se convirtieron en lugares de acogida. Las autoridades negaron el pedido de estudiantes de abrir la facultad de Medicina, que habría sido estratégica para guardar los insumos y atender pacientes menos graves.
En el centro de la ciudad se instalaron puntos móviles: en San Blas, en el colegio Mejía, cerca del Palacio de Gobierno, en la Basílica; grupos de ocho personas en las calles atendían a quienes no podían llegar a los albergues.
En el parque del Arbolito se dieron al menos cien atenciones diarias. Se atendió asfixiados, heridos por perdigones o bombazos, esguinces, fracturas, contusiones y quemaduras. Hubo heridos que necesitaron suturas y curaciones. Hubo heridos graves: unos con paro cardio- respiratorio que requirieron reanimación cardio- pulmonar; otros, con traumatismo craneano grave, fracturas expuestas, amputaciones traumáticas por explosiones y golpes, tuvieron que ser trasladados de urgencia a un hospital. Todo en medio del gas y la movilización, en camillas hechas con mantas o colchones, en camionetas de voluntarios porque la Cruz Roja decidió no prestar más sus ambulancias. En las calles encontramos heridos por perdigones o por golpes. Varios requirieron ser suturados en la vereda o en los zaguanes. Recibimos solidaridad inenarrable de parte de la gente, que nos ofrecía agua y alimentos. En el parque del Arbolito estuvimos estudiantes voluntarios de todas las universidades de pre y posgrado y de varias carreras; médicos del sector público y privado; y socorristas de la Cruz Roja que se sacaron el uniforme porque temían ser reconocidos por su institución, que no respaldó su presencia.


* Por J. Cuvi, E. Arteaga, J. Cueva y X. Maldonado. Fragmento de: EL AGOTAMIENTO DE UN MODELO DE CONTROL SOCIAL

 

Renán Vega Cantor/ Rebelión
Las protestas y procesos migratorios que se presentan en varios países de América Latina han puesto de presente que este continente es el más desigual e injusto del mundo. Un hecho endémico en nuestros países es el odio y el miedo de clase, que profesan las clases dominantes de este lado del planeta. Ese odio de clase se caracteriza por un perjuicio de superioridad, un abierto racismo y la discriminación de la población, indígena, negra, mestiza y de color quebrado, como se decía en tiempos del colonialismo español. Ese odio es histórico, estructural, de larga duración, se siente en la vida cotidiana, se sustenta ideológicamente la desigualdad y la explotación y se exhibe con descaro y cinismo cuando algún sector de la población pobre y trabajadora protesta o se revela. Y en esas ocasiones, ese odio se combina con el miedo de clase, que conduce a utilizar la represión desembozada contra quienes desafiar con su accionar rebelde el orden desigual del capitalismo realmente existente en nuestros países.

Ese miedo de clase ha recurrido en cada momento histórico a un fantasma para justificar la represión y la antidemocracia. En un tiempo fue el espectro comunista, lo que justificó el peor anticomunismo de las dictaduras criminales a lo largo y ancho del continente, anticomunismo aupado e impulsado por los Estados Unidos como pretendido campeón del “mundo libre”. Ahora ese espectro es el “castro-chavismo”, al cual se le presenta como el responsable de lo que sucede en la actualidad en Colombia, Ecuador y Chile. Y como van las cosas, no sería raro que también lo acusen de auspiciar las protestas en la otra orilla del atlántico, en la España monárquica, en tierras de Cataluña. Castro-chavismo es una construcción ideológica de la extrema derecha latinoamericana (orquesta ideológicamente desde Estados Unidos por sus “tanques pensantes”), como una forma de renovar su obsoleto anticomunismo y de culpabilizar a “fuerzas externas” de la rebeldía insurgente de los pueblos latinoamericanos.
Así, el régimen de Lenin Moreno en el Ecuador afirma que las protestas que se han presentado en ese país son producto de la acción concertada del gobierno venezolano de Nicolás Maduro, las guerrillas colombianas del ELN y las FARC-EP y del ex presidente Rafael Correa. El régimen de Piñera en Chile sostiene que “estamos en guerra contra un enemigo poderoso e implacable que no respeta a nada ni a nadie, y que está dispuesto a usar la violencia sin ningún límite, incluso cuando significa la pérdida de vidas humanas”. Para el gobierno colombiano de Iván Duque las protestas de los estudiantes u n i v ers i t ari o s s o n impulsadas desde Venezuela...
Como en Fuente Ovejuna, todos (los reaccionarios) a una, el gobierno colombiano, el secretario de la OEA, el presidente saliente de Argentina, el presidente de Brasil... todos repiten que Latinoamérica se incendia por la acción directa del gobierno de Venezuela. Afirmación que no tiene nada de original ni en términos históricos ni políticos: es lo que las clases dominantes repetían en la década de 1960, acusando a Cuba de alentar la revolución en el continente y es lo que vienen diciendo hace varios años para justificar su acoso a la Venezuela bolivariana.
El sentimiento clasista de odio contra los pobres se expresa en el lenguaje peyorativo y descalificador que se escucha por estos días en Latinoamérica contra quienes se han atrevido a protestar contra este “reino de injusticia y desigualdad”, como decía Víctor Jara. En Ecuador el movimiento social fue denominado por Lenin Moreno como la “rebelión de los zánganos” y ese funesto personaje sostuvo: “No dudo, bajo ninguna circunstancia, que para la agresividad, para el contratar bandas organizadas de criminales a los cuales se pedía que garroteen, que asalten, que quemen Quito, hubo dinero extraño”. En Colombia, la vice-presidenta Martha Lucia Ramírez al referirse a las protestas de estudiantes afirmó en un twitter: “Los jóvenes de arriba y los de abajo son distintos. Los de arriba no tienen nada que esconder, ya que expresan su descontento, que comparto, por corrupción en la Universidad Distrital. Los de abajo se esconden en capuchas como los colectivos de Venezuela porque son criminales”. En Bolivia, en las recientes manifestaciones que se han dado, antes y después de las elecciones presidenciales, los “blancos” que respaldaban al candidato Mesa, vestidos de última moda y con celulares de alga gama, les gritaban a los partidarios de Evo Morales, “indios de mierda”, “vayan a bañarse”, “vayan a mascar coca”, o “vayan a estudiar”. En Chile la esposa de Piñera, Cecilia Morel señaló que la protesta en ese país es “como una invasión extranjera, alienígena, no sé cómo se dice, y no tenemos las herramientas para combatirlas”.
Aunque esta afirmación pueda causar hilaridad debe ser tomada en serio: revela la desigualdad clasista de las sociedades latinoamericanas. Para los capitalistas, terratenientes, grandes banqueros y en general lo que se llama en Colombia “gentes de bien”, los pobres, los campesinos, los indígenas, las comunidades negras raizales no solo son de otro país, sino de otro planeta, con los que nunca se tiene contacto, salvo cuando los necesitan para explotarlos como trabajadores o para convertirlos en carne de urna o de guerra. Sí, esos pobres y humildes son alienígenas y cuando se atreven a mostrar que existen, en su movilización, son vistos como invasores que llegan de otro planeta, el de la pobreza, miseria, injusticia, desigualdad, opresión, racismo, patriarcado y clasismo, y ensucian con su presencia el planeta de los opulentos y poderosos, el del capitalismo realmente existente, con sus mentiras, falacias, hipocresías y artificialidad.
Y en Chile eso sí es evidente puesto que durante casi medio siglo (después del 11 de septiembre de 1973) lo que se ha construido es el planeta de los ricos, una minoría exigua, de gente como Sebastián Piñera, cuya fortuna personal (acrecentada en esta época) lo ubica entre los primeros 900 millonarios el mundo. Y las aguas de Chile, pretendido oasis de prosperidad artificial y de aparente tranquilidad social, que hasta hace dos semanas era presentado como el “milagro neoliberal” más exitoso no solo de nuestro continente sino de toda la tierra, han sido contaminadas por el ingreso abrupto y sin pedir permiso de los alienígenas (los “rotos” de hoy y de ayer) que vuelven a abrir las grandes alamedas y las colman de dignidad.

Parafraseando a dos autores que resaltaron el miedo al espectro comunista, con la sentencia actualizada ¡Alienígenas del mundo, uníos!

 

 

El día que se firme la Paz en Colombia

habrá fiesta en Venezuela y en el continente.

Ya lo decía Bolívar: La paz es mi puerto”.

Hugo Chávez, septiembre de 2012

 

A casi diez meses de autoproclamarse infructuosamente un tal Guaidó como presidente de Venezuela y dos años y medio de la llegada de Trump a la Casa Blanca, la estela de tensiones, el manto de agresiones neocoloniales y las amenazas de guerra en todos los campos sigue siendo una constante en la asediada Venezuela y otras latitudes de nuestro planeta.

La naturaleza o mejor: “la Bestialidad del Imperialismo no tiene frontera ni país determinado”, así lo caracterizaba Ernesto Che Guevara en la década de los años sesenta, la realidad actual reafirma lo dicho por el entrañable Che.

 

Nuevas y viejas Amenazas

A la luz de complejo contexto que vive la Hermana Patria Venezolana, se recrudecen las agresiones y la proximidad de un conflicto binacional de gran envergadura es más latente en la región. Dada la exigencia de los “Amos del Norte” en su plan de recolonización del continente.

La burguesía colombiana se ha especializado en torcer la historia y desconocer el conflicto social y armado que vive la nación neogranadina por más de seis décadas. Lo que está claro es que la doctrina de seguridad nacional impuesta por los Estados Unidos, luego de la llamada guerra fría, aún se mantiene y amenaza con extenderse a la región. La guerra en Colombia se desbordó hace años a sus fronteras y esto trae consigo la expansión de una verdadera maquinaria de guerra y terror que ha sostenido a la clase dominante.

Los falsos positivos

Los falsos positivos son la expresión de la estrategia de guerra sucia, guerra psicológica y guerra política utilizada con más ahínco durante los periodos presidenciales de Uribe y su plan de seguridad democrática hoy renovado, pero vigente con Duque a la cabeza.

El estado colombiano tiene el primer puesto en condenas en la corte interamericana de derechos humanos por esa práctica que vulnera cualquier derecho ciudadano y que mantiene cuatro sentencias proferidas por este organismo.

Desde la desaparición física del Presidente Hugo Chávez, la guerra mediática sus fake news contra Venezuela parecen ser parte del paisaje impuesto por la derecha colombiana e internacional en su plan de lograr el desplome de la Revolución Bolivariana.

La exportación del paramilitarismo

La proliferación del paramilitarismo, el desarrollo del Narcotráfico, el contrabando de gasolina y alimentos así como la economía inducida para desbaratar el bolívar hacen parte del andamiaje para producir la sensación de un Estado fallido y forzar aún más la migración de personas a otros lugares del continente. Es frecuente que el Estado venezolano anuncie el desmontaje de planes terroristas que van desde el magnicidio contra el Presidente Nicolás Maduro hasta el bloqueo de transacciones comerciales que limitan el suministro de alimentos al pueblo a través del sistema CLAP.

La Estrategia desarrollada con las matrices de opinión que buscan comprometer al proceso bolivariano con la insurgencia colombiana, son cada vez más incisivas y reiterativas hasta el grado de que se denunciara por el estado colombiano para que incluyan a Venezuela en la lista de países patrocinadores del terrorismo. El Retorno de las FARC a la Lucha Armada.

El 29 de Agosto, luego de que un grupo significativo de la comandancia de la FARC anunciara al mundo su regreso a la lucha armada, este hecho sacudió el tablero de Colombia y el continente, pues reafirma el fracaso de los acuerdos de Paz de La Habana y ratifica la naturaleza guerrerista del uribismo y sus continuadores, en medio de una oleada de asesinatos de más de 500 líderes sociales y más de un centenar de excombatientes de las FARC.

El papel de Colombia en la Guerra proxy contra Venezuela

Tras el fracaso de los intentos desestabilizadores de 2017, a través de las guarimbas hasta el empleo de ataques armados financiados por EEUU, la administración Trump no solo anunció que la opción militar está sobre la mesa, sino que está decidido emplearla en el marco de la guerra no convencional utilizando la proxy war o guerra por delegación, asumida ahora por Colombia. La activación del grupo de Lima y el grupo de los 4 que juegan en el cerco diplomático e impacto disuasivo con las maniobras militares en la región amazónica; el empleo del territorio colombiano como base de apoyo para la asfixia económica y financiera el empleo del dólar today y el negocio especulativo de las casa de cambio en su mayoría de propietarios paracos y el contrabando de efectivo, alimentos y combustibles; el desarrollo de operaciones encubiertas con fuerzas especiales y unidades paramilitares y el despliegue de inteligencia electrónica junto al fomento de la balcanización de los estados fronterizos que son parte de la llamada media luna, actúan en el marco de la estrategia de dominación de espectro completo en su esfuerzo por derrocar la Revolución Bolivariana.

Al enemigo nunca hay que subestimarlo, tras el fracaso de los Acuerdos de Paz de la Habana, el recrudecimiento del asedio político y comercial y la puesta en marcha de la proxy war o guerra por delegación aumenta la tensión entre dos países hermanos que el imperialismo quiere poner a pelear para quedarse con la mayor tajada de las riquezas venezolanas y la caída del proyecto bolivariano, lo que significaría un grave retroceso para la lucha emancipadora de los pueblos del mundo.

Por estos días recordamos un aniversario más de la Liberación de Saigón y hoy 74 años después las enseñanzas del tío Ho Chi Ming en su lucha contra el imperio japonés, francés y estadounidense están más vigentes que nunca para truncar el plan gringo de asalto a la nación venezolana.

¡Unidad y resistencia de los pueblos Bolivarianos!

Síntesis informativa. Año 4. Número 123. Septiembre 01 -15 de 2019. Sala situacional Camilo Torres Restrepo.